Dejé de ser supersticiosa hace 8 años ya, desde
que nuestro Panceta decidiera venir a este mundo un 13 de octubre, pero ayer
fue uno de esos días en los que te levantas y sabes, a ciencia cierta, que va a
ser un MAL día.
Intenté evitar el tópico por todos los medios. Me
levanté con la ilusión de tirarle de las orejas a nuestro Panceta y pasar el
día lo más rápidamente posible para poder volver a estar junto a él y seguir
con las celebraciones (llevábamos de cumpleaños desde el domingo ;), pero el
día se torció de lo lindo.
En el trabajo, hora tras hora el “martes y trece” se
hacía cada vez más grande, parecía un día de mala suerte de manual, pero nada
comparable hasta que nos enteramos de la
terrible noticia de la muerte de un compañero a manos de un “quitamiedos” de la
carretera. Un chico, lleno de vida que ya no volvería a saludarme cuando llegaba,
abrazado a su casco de moto, por las mañanas.
Conmoción es poco para describir la sensación que
me recorrió el cuerpo cuando me lo dijeron, aún ahora lo pienso y sigo sin creérmelo,
¿cómo puede desaparecer alguien así, sin hacer ruido? ¿Cómo se puede marchar la
vida de esa manera?
El día terminó con muchas más malas pasadas
propias de tan aciago día, pero ya nada podía ser peor que la sensación de
pensar que la vida se me estaba escapando entre los dedos como cuando intentas
coger agua, quería llegar a casa y abrazar a mis hijos, besar a mi Santo y
sentirme viva otra vez.
Admito que estoy de bajón, tengo la sensación de que estoy desperdiciando cada
minuto que vivo con cosas que no tienen importancia, sentido ni razón. Quisiera
pegar un puñetazo en la mesa y decir “hasta aquí hemos llegado”, pero, una vez
más, la realidad te abofetea y te da de bruces con la triste verdad de la vida,
solo unos pocos privilegiados disfrutan de lo que hacen, a los demás nos toca pagar
la hipoteca, sonreír forzadamente y dar las gracias por “lo que tenemos”.
Sé que de mí depende cambiar esto y que a veces
hacen falta este tipo de golpes para que algo se despierte y te invite a
buscar, variar, sopesar nuevas posibilidades. No es momento, no es la mejor situación,
pero… ¿Cuándo si no?
La frase “antes dudaba, ahora no sé” viene que ni
al pelo para terminar esta reflexión.
Ahí lo dejo: un nuevo reto, uno a
corto/medio/largo plazo.
Besos
Carmencita