Ya sé, me vais a decir que esto
no tiene nada que ver con el #reinventarme que nutre este blog desde hace
tiempo, pero es que resulta que o escribo sobre este tema o reviento…
Así que, allá voy…
A todo el mundo se le llena la
boca con el tema de la conciliación y ahora que llegan las vacaciones, a todos
nos pasa que nos quedamos “SOLOS TU Y YO”, jejejeje (risa nerviosa) porque…
¿Qué hacer cuando los niños disfrutan de tres meses de vacaciones y los padres apenas
tenemos SOLO UNO? Pues yo os lo digo: ENCAJE DE BOLILLOS.
El pasado jueves comía con una
compañera de trabajo y me comentaba como había conseguido cuadrar las
vacaciones con tres hijos. “Primero las colonias - me decía - después se irán
con mis padres a la playa, después con mis suegros, luego se ha cogido Pepe las
vacaciones, después me las he cogido yo y por ultimo nos iremos todos juntos”.
Hale, rompecabezas “apañao”.
Y es que cuando llega la época
estival, los padres empezamos a sudar la gota gorda, y no precisamente por el
calor (que también) si no porque vemos la que se nos avecina cuando los niños
terminan el colegio… ¿Qué hacemos con ellos?
Si, si, alternativas hay muchas.
De primeras a mi Santo y a mí se nos ocurren: Actividades gratuitas o de pago
con el Ayuntamiento, campamentos urbanos que ofrecen centros de “naturaleza
diversa”, etc., aunque, “con la que está
cayendo”, muchas familias de padres y
madres trabajadores o en paro no pueden costear el precio de las mismas.
Entonces toca ser creativos: tardes de
piscina, noches temáticas (de cine, cocinas del mundo, papiroflexia y
globoflexia, manualidades…), escribir cuentos juntos, fiestas variadas (de
pijamas, de búsqueda del tesoro, de disfraces, de aventuras…), y para eso
además de mucha energía, se necesita algo de los que los padres carecemos:
TIEMPO.
Y entonces me diréis, LOS ABUELOS
SON LA SOLUCIÓN. En mi casa tengo una lámina que reza lo siguiente: los abuelos
deberían ser inmortales. Nada más lejos de la realidad. Los que tenemos la suerte de tener padres
jóvenes que pueden/quieren (y a veces desean) quedarse con nuestros
monstruitos, con la llegada del verano siguen ejerciendo. Pero, si somos sinceros, no veo yo a mi suegro
pintando uñas en fiestas de pijamas ni a mi madre preparando sushi para la
noche temática japonesa. Es más, los abuelos también NECESITAN desconectar para
coger septiembre con energías renovadas. Inmortales SI, descansados TAMBIÉN.
Recuerdo que cuando era pequeña
contaba los días para que llegara el verano. Tres meses para disfrutar y con mi
madre para pasarlos conmigo y con mi hermana. Mis padres alquilaban un
apartamento en la playa y allí que nos íbamos nosotras tres (mi padre se
quedaba de Rodriguez y venia los fines de semana). A veces solas y otras veces
con unos amigos que también dejaban al padre en Madrid, y nos divertíamos sin
ninguna otra preocupación.
Los vecinos y amigos con pueblo “emigraban”
y no los volvíamos a ver hasta que empezaban las clases, parecía que el tiempo
era igual para grandes y pequeños. Ahora… ¿Qué nos queda?: la desesperación, el
llanto amargo porque es casi imposible estar ahí, al pie del cañón, durante
esos tres meses, casi eternos, que dura
el verano escolar. Se nos acaban los recursos para tenerlos entretenidos.
Es más, ésta es la mejor época
para hacer cosas como introducir nuevos sabores en la alimentación de los
bebés, retirar el pañal a los pequeños, para enseñar a montar en bici o a
nadar, y quién mejor que nosotros, sus padres, para vivir ese tipo de nuevas
enseñanzas y experiencias, por qué tenemos que renunciar a ello o pasarles la
pelota a OTROS.
Como digo, los abuelos dejan de
ser una opción porque también necesitan sus MERECIDAS VACACIONES y llegamos a
la triste realidad: con tanto comernos la cabeza perdemos los momentos de calidad
veraniega con los niños. Llegamos a casa quemados del trabajo y sintiéndonos
culpables por “dejarlos colocados” con otros/as y perdemos lo mejor de su
infancia, los momentos de ocio y distracción, los momentos alejados del estrés
del colegio, los deberes y las “odiadas” clases extraescolares a las que, todos los días, les llevamos
corriendo (de un lado para otro, de un lado para otro, recita como un mantra mi
hijo el mayor).
Qué más quisiera yo poder pasarme
una mañana tirada en el césped interpretando las figuras que forman las nubes
con mis tres cerditos (y si el lobo se también
se apuntara seria bien recibido), hacer picnics interminables y peleas
de churros en la piscina, pero NO PODEMOS, NO NOS DEJAN, porque si ambos trabajamos
resulta imposible compartir TODO el verano junto a nuestros hijos.
Tengo la esperanza de que algún
día los que están en la cima (gobiernos y jefes varios) se darán cuenta de que
CONCILIAR es posible, pero ¿cuándo será eso?
Para rematar este lamento
desesperado solo comentar un último detalle, qué contentos se nos ve cuando
empieza de nuevo el colegio, solo hay que comparar caras de pequeños y de
mayores a la entrada de los mismos el primer día. Triste pero cierto,
vergonzoso, pues sí, pero es lo que hay.
NO PUEDO #reinventarme SI NO CONCILIO
#nomedalavida