Viernes 21 de
julio, una y media de la madrugada, radio sintonizando “HABLAR POR HABLAR” de
la cadena SER. Francisco, 78 años (niño de la posguerra), habla desde Jaén, cabeza
muy bien amueblada, culo pelado de viajar por el mundo obligado por su etiqueta
de emigrante forzado (bando equivocado, necesidad de huir).
Ya os he
puesto en antecedentes, pero me falta lo más importante, la idea que lanzó al
aire, a las ondas… Había oído que 300 pueblos españoles se estaban muriendo por
falta de gente y él emplazaba a las autoridades competentes a traer a todos
esos refugiados que están huyendo de la guerra para repoblarlos.
Su idea me
emocionó por lo sencilla y lo apasionante a la vez.
Toda esa
gente, afinada en campos “de concentración modernos” repoblando pequeños
pueblitos españoles, dándoles vida, haciendo que esos viejitos que todavía siguen
allí se conviertan otra vez en abuelos de cientos de niños que derrochan amor y
cariño por los cuatro costados.
Hombres y
mujeres jóvenes, fuertes, deseosos de trabajar, de reformar casas viejas y
abandonadas, de volver a reír y sobre todo con ganas de olvidar su pasado y
comenzar una nueva vida, donde sea, donde les acojan.
Francisco no
dejaba de repetir la misma frase “20 familias en cada pueblo podría ser el
renacer de los mismos, ¿por qué no pueden traerlos para que esos pueblos
vuelvan a vivir, para que esos habitantes que todavía quedan morándolos (el más
joven de uno de ellos rondaba los 60 años) vuelvan a sentir que el pueblo se
llena de gente y puedan vivir sus últimos años rodeados del bullicio que
recordaban?".
Pues si
Francisco, yo misma me iría ahora mismo a un pueblito de esos a #reinventarme,
y a reinventar a mi familia.
A quitarle a
golpe de aire fresco y naturaleza todo lo que tenemos de urbanitas, esa
dependencia a los dispositivos móviles y digitales, esa prisa continua, ese no
saber disfrutar de los pequeños momentos.
Ahora mismo me
iría yo a un pueblito a disfrutar de la tranquilidad de ver a mis hijos crecer “asilvestrados”
corriendo por las calles en bici o patinete, yendo al cole solos o a hacer “los
recaos” como me mandaba mi abuela a mí, sin temor.
Ahora mismo,
si, a cultivar una huerta, ordeñar una vaca (la de leche que beben los tres
cerditos y el lobo, caray), a derrochar creatividad por los cuatro costados y a
vivir la vida tranquila de los lugareños.
Y que me
impide coger carretera y manta y salir corriendo del sitio donde vivo
actualmente… EL MIEDO, si, un miedo atroz a no sé qué, a fracasar, a no saber
gestionar bien lo que parece tan fácil y sencillo…
Muchos gurús
te animan con frases como “el que no lo intenta no sabe si lo conseguirá” y ¿Qué
pasa con el que lo intenta y no llega?
¿Qué pasa si consigo convencer a Mi Santo, los
dos dejamos nuestro aburrido pero seguro trabajo y nos liamos la manta a la
cabeza para emprender esta idea loca y no sale bien? ¿Qué pasa si saco a mis
hijos de su colegio, de sus actividades extra-escolares, de su urbanización
cerrada para llevarlos a un sitio en el que solo hay campo y aire fresco y no
les gusta?
Y… ¿qué pasa
si lo dejo todo cómo está? Lo veis, ese MIEDO a lo desconocido aparece otra
vez.
Otra forma de
#reinventarme
Besos
Carmencita
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